Espíritu materno se fortalece en la lucha contra COVID-19 (Tercera parte)

Este Diario refleja la historia de once madres que sintetizan el sacrificio, el temor y las ganas de no dejarse derrotar.

Miriam Córdova, enfermera, labora en Guayaquil:

‘Mi trabajo siempre será velar por los pacientes y mi familia’

“Trabajo en el subcentro de Salud 25 de Enero, en el Guasmo norte (sur de Guayaquil). Yo me sentí mal desde el 26 de marzo, estuve con todos los síntomas de COVID-19, y desde ahí estuve en cuarentena en mi casa.

Antes de caer enferma llegaron muchos pacientes con síntomas de COVID-19, ahí me contagié, aunque usé todas las prevenciones, pero uno no sabe cuándo se contagia. Igual nosotros atendemos a todos los pacientes, esa es nuestra obligación siempre.

Yo tuve síntomas fuertes: dificultad respiratoria, fiebre, decaimiento, perdí el olfato. Incluso dejé de ver las noticias, porque eso me enfermaba más. Yo con cada síntoma que presentaba pensaba que me iba a morir.

Estuve muy mal durante 20 días. Todos aquí estaban muy preocupados.

Yo ya quiero reintegrarme a mis labores. El trabajo será con la misma pasión, con el mismo amor, pero con cautela y un poco de miedo, por lo que me ha tocado vivir, pero este es mi trabajo, velar por el bienestar de los pacientes, porque ellos dependen de nosotros. Ese es el esfuerzo que hacemos por las demás personas sino, ¿quién más lo hace?

Gracias a Dios no hemos perdido ningún familiar, y en mi familia, los únicos casos somos mi hijo Álex y yo, pero él es asintomático. El resto de mi familia se hizo el examen y salió negativo, igual había miedo porque todos me atienden, mis tres hijos me llevan la comida, pero yo fui la única afectada, aunque ahora ya me siento bastante mejor.

Es muy penoso que el domingo (hoy) no voy a poder estar con mi familia, porque estoy aislada en un cuarto.

Es muy triste no poder abrazar a mis hijos, nietos, como aún no tengo el resultado, no me puedo arriesgar a salir de mi cuarto”. (I)

Viviana Vera, doctora, trabaja en el ECU911:

‘Tuve que dejar la lactancia porque presenté síntomas’

“Tengo tres hijos: uno de 11 años, uno de 1 año y uno de 4 meses. Yo tuve mi permiso de maternidad hasta el 14 de marzo. El 15 me tocaba guardia y yo retomaba mi trabajo en el ECU911 Samborondón.

Ninguno de nosotros nos imaginábamos que íbamos a vivir esto. Cuando me reincorporé pasé de trabajar en las ambulancias a contestar las llamadas en el sistema.

Luego de la última guardia que hice, el 18, llegué a mi casa muy triste, porque ya eran muchas llamadas de personas que decían “tengo un día con mi familiar muerto en el domicilio”, o “hay una persona muerta en la calle, por favor, vengan a verlo”. Uno escucha como lloran los familiares y hacía todo lo posible por ayudarlos, aunque a veces se me cortaba la voz de escuchar tanta desesperación. Es muy duro.

Lastimosamente yo solo hice tres guardias porque empecé con síntomas.

Tuve que dejar a un lado la lactancia, eso me ha dolido muchísimo, porque ya no hay ese apego con mi hijo tan chiquito. A la hora de dar de lactar, tienes un contacto especial con el bebé.

Yo entré en aislamiento el 19 de marzo. Tuve síntomas como una gripe normal: malestar general, no tuve fiebre, leve dolor de cabeza y tos.

Ya ahora no tengo ningún síntoma, me estoy recuperando de a poco.

En mi familia, mis dos primeros hijos también dieron positivo para el virus, aunque nunca presentaron síntomas.

Mi mamá sufrió bastante con el COVID-19, pero gracias a Dios ya lo superó.

Yo soy muy cariñosa con mis hijos y me duele no poder estar junto a ellos.

Lo más importante es que este Día de la Madre podamos agradecer a Dios por tener aquí a nuestras familias con vida, con salud”. (I)

Emily Nieto, enfermera, labora en el hospital IESS de Los Ceibos:

‘Mi hijo y mi madre han sido mi gran fortaleza’

“Yo trabajo en el área de Emergencia del hospital IESS Los Ceibos; el personal de enfermería rota bastante por la emergencia. Cuando surgió la pandemia, todos tuvimos contacto con los pacientes confirmados y sospechosos. Fue muy duro cuando empezaron a surgir más casos, porque veíamos la gente morir en cadena.

Yo tuve una crisis de ansiedad, me deprimí, fue algo psicológicamente duro, yo pensaba en mi hijo de 2 años y en mi mami. Fue duro porque varios compañeros empezaron a salir positivos, y luego iban cayendo colegas que presentaban todos los síntomas. Cuando salía de la guardia, todos teníamos un ritual: nos cambiábamos de ropa. Cuando llegaba a casa, mi padrastro me esperaba con una bomba de fumigar con amonio cuaternario y prácticamente me bañaba, entraba a mi cuarto y no veía a mi hijo al menos las primeras 24 horas.

Mi mayor temor era contagiar a mi hijo, a mi mamá, pero me hice un hisopado (prueba) y salió negativo.

Al inicio de esta situación todos nos quebramos, todos queríamos salir huyendo de la sala de Emergencias. En lo personal, en una guardia de 24 horas fallecieron cinco pacientes con diferencia de una a dos horas.

Fue una guardia que me quebró y suplicaba a mi madre que me vaya a ver. Ese día me dio una crisis de ansiedad, me quería ir, estaba destrozada, pensaba en mi hijo. Mis compañeras me calmaron y mi madre me aconsejó, ella también fue enfermera. Luego seguí trabajando mucho más tranquila.

Lo que pasó nos duele mucho, una cosa es decirlo pero otra muy diferente es vivirlo. Mi hijo y mi madre me dieron mucha fuerza para seguir. La familia te brinda todo ese apoyo emocional”. (I)

Viviana Rodríguez: ‘Es deber cuidar a ángeles que nos envió Dios’

“Nos contagiamos todos, soy de Quinindé, Esmeraldas, y acá en Guayaquil no tengo familia. Cómo aislamos a una mamá de la que dependen dos niños y esposo. Los niños, gracias a Dios, se afectaron en leve proporción, a mí sí más, pero yo siempre digo que las madres no nos podemos rendir nunca.

Estuve con fiebre de 39, así me levantaba a hacer la comida, a atender a mi hija, que estuvo tres días con fiebre de 39 sin medicamento que le pasara, mi hijo solo mostró dermatitis, me tocó como mamá y como esposa levantarme y hacer de cuenta que no tenía nada para sacarlos adelante, y gracias a Dios ya pasó la peor etapa, pero miro atrás y me digo: ¡Dios mío, cómo lo hice!

Mi esposo, médico, fue llamado para dar respuesta ante los casos de coronavirus. Sintió síntomas, me dijo: ‘Me voy a aislar en otra habitación’. Él dejaba los zapatos en cloro, se sacaba la ropa, la ponía en funda, tenía toalla, jabón en la terraza, y en la puerta, alcohol. Le separé utensilios de comer, pero el coronavirus es contagioso.

Empezó con dolor de cabeza, de garganta, tos seca y ahí vinieron los síntomas peores, se puso muy delicado (…). Fue una pesadilla ver a la niña enferma, al niño, yo. Mi esposo se complicó dos veces, no podía respirar, se puso mandil, mascarilla y fue a pedir ayuda al hospital porque todo estaba colapsado. Quedé en casa llorando. ¡Horrible!, mi hija enferma y la fiebre no le bajaba.

Mi hijo me veía llorando y me decía: ‘Tranquila, todo va a estar bien’. Sé que Dios me hablaba a través de él.

El año pasado, mi esposo me consintió a nombre de los niños que estaban pequeñitos, hizo la cena, compró flores que les dio a los niños para que me las dieran, mi hijo se había aprendido un poema. Este año teníamos planeado ir a Quinindé, es imposible, pero estoy agradecida de aún poder llamar a mamá y decirle: ¡Feliz día!

Aquí nuestro deber es cuidar de los ángeles que Dios nos ha enviado, no podemos ni debemos rendirnos nunca”. (I)