Espíritu materno se fortalece en la lucha contra COVID-19 (Segunda parte)
Este Diario refleja la historia de once madres que sintetizan el sacrificio, el temor y las ganas de no dejarse derrotar.
Andrea Capelo, mayor de Policía en Manta:
Ojalá aprendamos a valorar las cosas simples de la vida’
“Ha sido una experiencia diferente, porque generalmente por el trabajo (junto a mi esposo) nosotros no estamos mucho tiempo en casa con nuestros niños. Mi hija está en su escuela hasta las 17:00, en la mañana le hago el desayuno y la vuelvo a ver en la tarde.
Gracias a un horario que nos ha dado la Policía a madres de niños menores de 10 años podemos estar un poco más de tiempo con ellos, pues ahora no hay guardería ni escuela.
Eso sí nos ha ayudado mucho, es una experiencia diferente, solo es de complementarse y organizarse.
Yo voy a la casa todos los días con las medidas de seguridad que se deben tener, por ejemplo, la ropa sacarse antes de entrar, los zapatos afuera.
Ahora en estos días he tenido tiempo para compartir con mi familia esos momentos que para muchos es algo normal, pero para nosotros no, por los horarios de trabajo.
Realmente estamos aprovechando mucho estos días.
Creo que cuando pase esto sí habrá un cambio en el estilo de vida, lo ideal sería que las personas, después de esta pandemia, aprendamos a valorar las cosas simples de la vida, comprender que dentro de la casa se pueden realizar un montón de cosas y que siempre la familia es lo más importante.
En mi casa yo trato de ser amorosa con mi hija; cuando ella nació, mi vida cambió totalmente, ella es la que me impulsa todos los días para seguir adelante.
A mi mamá no la he visto hace dos meses, a través de las plataformas en redes sociales y videollamadas nos estamos comunicando, mis padres no pueden salir por la edad.
Mi mamá también fue policía, ella se retiró como suboficial, ella siempre ha sido un ejemplo para mí. Cuando vea a mis padres, les daré un abrazo muy fuerte”. (I)
Daniela Martínez, bióloga cuencana:
‘Hay que trabajar con pasión y dedicación pese a los riesgos’
Desde el 13 de marzo la vida cambió radicalmente para la bióloga cuencana Daniela Martínez. Por la emergencia sanitaria en el país, dedica la mayor parte de su día a tomar y procesar muestras de COVID-19 en un laboratorio. Aunque está en constante riesgo de contagio, reflexiona que ante cualquier preocupación el motor de su vida son sus dos hijos, de 7 y 8 años.
Antes de la expansión del coronavirus en el Ecuador, Martínez compartía con los chicos sus actividades escolares y recreativas. Ahora solo desayuna y cena con ellos, pues la mayoría del tiempo pasa dentro de un cuarto entre equipos y reactivos.
Ella está consciente de que el sitio es un foco de infección y por eso las rutinas afectivas con sus hijos han cambiado.
Un episodio que no olvida se dio una noche cuando su hijo se aturdió porque no podía abrazarla antes de dormir.
Él se fue triste a su habitación, consolado por su hermana, pero a los pocos minutos regresó para contarle alegremente que ya encontró la solución: que se cubra totalmente con las cobijas para que lo apriete con fuerza para así evitar alguna posibilidad de que el virus se propague.
Junto al fuerte abrazo cayeron lágrimas de alegría.
Cuando Martínez habla con sus hijos sobre el COVID-19, prefiere hacerlo desde otra perspectiva, la del amor.
Les recuerda que “hoy los animales están más felices, el planeta respira, el aire está más limpio y que no todo es malo”.
Cada día les explica que, a pesar de los riesgos, hay que trabajar con dedicación, pasión y amor al prójimo.
Este domingo 10 también tiene que tomar las pruebas para detectar casos positivos en el laboratorio de la clínica Santa Inés. Luego, festejará su día con sus amados hijos. (I)
Gina Mendoza, enfermera en hospital de Guayaquil:
‘Estuve al borde de la muerte; ahora valoro más a mi familia’
La forma de celebrar el Día de la Madre es lo de menos hoy, dice la enfermera Gina Mendoza, luego de haber sentido la muerte tan de cerca al sufrir los embates del COVID-19.
Mendoza, de 56 años, agradece a Dios por la oportunidad de poder disfrutar de su familia, de compartir con ella aunque toque estar encerrados.
“Con esta emergencia, los que hemos estado al borde de la muerte lo que más valoramos es la familia”, comenta Mendoza, quien preside el Colegio de Enfermeras del Guayas, gremio que contabiliza 536 profesionales contagiadas, de las cuales 13 fallecieron.
Desde hace 28 años, Mendoza trabaja en el Hospital del Niño Francisco de Ycaza Bustamante y fue allí, en el cumplimiento de sus tareas, cuando el 18 de marzo empezó con los síntomas del COVID-19: fiebre, malestar generalizado, dolor de cabeza, pérdida del gusto y del apetito.
Días después, se sometió al examen de este virus, que dio positivo. Con el tratamiento que le fue prescrito, Mendoza se aisló en su dormitorio. Sus hijos: Jair, Kevin y Nathalie, se ingeniaban para cocinar y atenderla considerando los protocolos de seguridad.
Con días en que la fiebre subía hasta 41 grados, la mujer recuerda que la madrugada del 28 de marzo fue la más dura.
“No podía respirar, eran las 03:00, yo le clamé a Dios. Dije: ‘¡Dios mío qué quieres tú de mí! Haz tú en mí tu voluntad, pero yo te entrego a mis hijos. Luego de eso entré en un sueño profundo. Dios misericordioso escuchó mis plegarias”, rememora.
Después de ese episodio, relata, su fe y el tratamiento surtieron efecto, pues ha ido mejorando y hoy está a la espera del resultado de una segunda prueba para volver a su trabajo y continuar velando por el bienestar de la gente. (I)
Lissette Navas, doctora ambateña:
‘Es duro estar alejada de mi pequeño hijo y no poder verlo’
A Lissette Navas se le quiebra la voz cuando habla de las últimas semanas vividas en un hospital público de Ambato, donde labora en el área de Medicina interna.
Su trabajo se ha intensificado ante la emergencia sanitaria por el COVID-19, lo que ha impedido que vea de manera regular a su esposo y a su hijo, de 10 meses.
Comenta que en estas últimas semanas, el personal del hospital se ha tenido que adaptar a diferentes horarios para atender la alta demanda de pacientes que se tiene a diario.
Navas, de 31 años, dice que ha sido muy difícil estar alejada de su pequeño hijo y dejar de sentir la calidez del hogar.
“Ahí lo que he hecho es una videollamada conectándome con mi esposo o con mi suegra, quienes son los que se encuentran al cuidado permanente de mi bebé”, expresa.
Con nostalgia manifiesta que no sabe si hoy, que iba a ser el primer año en celebrar como madre este día especial, podrá compartir con su pequeño hijo y con el resto de su familia, pues está de turno y no quiere correr riesgos.
Navas reflexiona sobre los momentos que han vivido las familias ecuatorianas debido a la pandemia. Dice que esto ha permitido valorar los momentos en que se podía compartir con los seres queridos sin estar impedidos de acercarse para dar un beso o un abrazo.
Su voz se vuelve a entrecortar mientras habla de su hijo, y las ansias que tiene por verlo, por acariciarlo y abrazarlo.
Navas refiere que a sus pacientes les sugiere seguir los protocolos de bioseguridad para evitar más contagios de COVID-19 y que se propague más esta pandemia.
La doctora manifiesta que respetar el tiempo de aislamiento preventivo “permitirá volver a la vida de antes con las familias”. (I)