Encuentros entre líneas: “Elefante Blanco”, conversaciones del Helicoide

Este miércoles la lluvia cae con ganas. La movilidad es casi misión imposible, como de costumbre en esta hora pico. Caos de ciudad. Normal. Son las 6:20 y llegamos justo a tiempo. El Centro Cultural Chacao es el anfitrión del primer conversatorio organizado por Proyecto Helicoide que se estrena con una exposición en La Caja llamada “Helicoides Posibles: Visiones Fantásticas”. La sala aún no se llena. Son pocos los oyentes: jóvenes, estudiantes, oídos primerizos. “Esperamos unos minutos más para que lleguen los que están atrapados en el tráfico”, explican.

Celeste Olalquiaga comenzó en 2013 esta iniciativa que intenta resaltar el importante valor cultural que tiene el Helicoide dentro del imaginario colectivo del caraqueño, del venezolano, incluso del latinoamericano. El Proyecto Helicoide, a través de exposiciones y publicaciones, conmemora la relación, única hasta ahora en Venezuela y en Brasil, entre el arte y la arquitectura, y que, de alguna manera, logra actualizar las visiones sobre el inconcluso “Elefante Blanco de Caracas”, como le dicen, reivindicando su lugar en la modernidad venezolana.

Celeste toma asiento en la mesa central. La acompañan enseguida Francisco Pérez Gallego, coordinador del proyecto investigación, Rafael Pereira, moderador, Jorge Castillo, y Fruto Vivas, premios nacionales de arquitectura. Comenzamos. El Helicoide fue originalmente concebido como un centro comercial por tres jóvenes arquitectos, Jorge Romero Gutiérrez, Pedro Neuberger y Dirk Bornhorst, pioneros de la herencia de Le Corbusier en Venezuela. Su construcción comenzaría en 1956 durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y formaría parte de la gran reforma que modernizaría el skyline de Caracas, gracias a la abundancia de recursos y al nuevo ideal nacional. Fue un proyecto ambicioso y admirado. Pero inconcluso.

Tallado alrededor de la Roca Tarpeya, el espiral “en forma de Plagatox gigante” que debía convertirse en el centro comercial más importante de las Américas, se plantaría allí, en los lindes del barrio San Agustín, en la prolongación de la avenida Fuerzas Armadas, como un reflejo de la idiosincrasia venezolana: un permanente recordatorio de las estructuras sin terminar, de los proyectos temporales y de la simbiótica relación de lo natural rodeado de lo artificial, y viceversa. Sería nuestro gran elefante, erguido, pero no orgulloso. “Un fenómeno cultural representativo del proceso democrático en Venezuela”.

La conversación continúa: 14 mil planos de proyectos, un mueso de historia y arqueología, un centro de refugiados, mitos de maldiciones, un cementerio indígena, un centro ambiental, la policía y los damnificados… Todos tuvieron y tienen que ver con tan moderno edificio, los hechos y los mitos se mezclan en los relatos de su historia: Fuller diseñó su domo, Salvador Dalí quiso contribuir a la decoración vanguardista, Nelson Rockefeller quiso comprarlo, lo visitó Pablo Neruda. Finalmente, “el Helicoide es una obra de civilización”, describe Jorge Castillo, ligado a la espiritualidad de la ciudad y de sus ciudadanos, más que cualquier otro edificio caraqueño. “Es utopía y distopía”, éxito y fracaso. ¿Qué mejor espejo de nuestra Caracas? Qué impresionante contradicción.

Atrás de Celeste y sus caballeros se sientan los arquitectos y artistas invitados a participar en esta primera exhibición. Ellos son también jóvenes, representantes de las visiones que hoy podríamos tener del “Elefante”, del “mamotreto”. Son arquitectos que incursionan en las artes y artistas que traspasan las fronteras de la arquitectura. Alexander Apóstol, Daniel Medina, Pancho Quilici, Daniel Greenfield, Elisa Silva, Ricardo Sanz, Eduardo Kairuz, y el Colectivo de arquitectos ADJKM consiguen reencontrar al Helicoide con su entorno. Nosotros, repiten alrededor de la mesa, “reunimos criterios para hacer un trabajo que reflejara el ejercicio de planeamiento arquitectónico partiendo de la precariedad. El Helicoide se nos presenta como una estructura itinerante que buscaba nuevas formas de construcción”. Y en el camino se divierten.

De la sala experimental donde siguen las preguntas y respuestas, subimos a La Caja, sala de exposiciones, donde se han ordenado las muestras de los que abajo discuten. Es una exhibición sencilla, que infiere una línea del tiempo en la que se concibe al Helicoide como parte de su entorno, y a la ciudad como un todo que hace la obra de la arquitectura moderna. No se trata del edificio, sino de todos ellos, de la ciudad, de Caracas. Es el arte escondido entre los escombros, detrás de las esquinas. El arte de lo que podría ser: es el proyecto del Helicoide.