Bailes, disfraces y sátira política, en la ‘mascarada’ cuencana
En las comparsas de Cuenca hubo espacio para todos: serranos, costeños, nacionales, extranjeros. Nadie perdió la oportunidad de salir a la avenida Huayna Cápac para disfrazarse y bailar. La máscara dorada este año fue para la Universidad del Azuay, que presentó el tema Ecuador postapocalíptico.
Los inscritos en el concurso, convocado hace 38 por Amistad Club y Unión de Periodistas del Azuay, presentaron gigantes alegorías que incluían vehículos y danzantes. Una de las más extensas, con cerca de 450 personas en escena, fue la de la Cooperativa Jardín Azuayo, que obtuvo el segundo lugar en la categoría Institucional. Todo lo que mostraron al público fue grande: las ollas encantadas, el palo ensebado, las tablas de bingo, los trompos, las canastas con frutas y otros.
Aunque su propuesta no fue cultural, uno de los grupos que más alegría mostró fue la colonia de extranjeros residentes en Cuenca. La mayoría pasaban los 60 años y al ritmo de música disco y rock de los años 80 hacían improvisadas coreografías como la de la canción YMCA de Village People.
Ned Frontman contó que participó por amor a la ciudad y para integrarse a sus costumbres. La camiseta que vestían decía: “No nací en Cuenca pero vine tan rápido como pude”.
La noche del domingo 6 de enero avanzaba, el tema político era inevitable que no sea objeto de burla o sátira. Así, la familia Vanegas presentó La degollación de los santos inocentes y la degollación de los santos delincuentes. La primera parte de su presentación evocaba a la muerte de los niños por mandato del rey Herodes y la segunda parte tenía personajes de películas de terror, como Jason o Freddy Krueger sostenían las cabezas de políticos y dirigentes deportivos encarcelados e investigados por la justicia ecuatoriana.
La familia Flores destacó al presentar una coreografía con más de 80 personas, denominada El planeta de los Flores. Su mensaje fue que simio no come simio y permanecen unidos. Se llevaron el segundo lugar en la categoría comparsas.
Los más recordados de la noche fueron dos barrios que satirizaron a agentes civiles de tránsito y que cuestionaron con humor el cobro de multas.
Manuela Cordero Salcedo, docente de la Facultad de Diseño de la Universidad del Azuay, considera que el ganar la Máscara de Oro en el concurso de Mascaradas es una «enseñanza enorme en la que se evidenció que es posible trabajar en conjunto y lograr grandes cosas». En su presentación estuvieron más de 450 personas entre danzantes disfrazados y operadores de las máquinas.
El presidente de Amistad Club, Luis Chiriboga, contó que para seleccionar a los ganadores del concurso se remitieron a las bases, que tenía como parámetros el mensaje de la comparsa, el maquillaje, la temática, la coreografía y hasta la organización del público.
Más de 100.000 personas habrían llegado a disfrutar de este concurso que tiene 38 años de vida. Todos aplaudieron y pudieron disfrazarse sin miedo y en público una vez al año. Ahí disfrutaron entre amigos. (I)