En Estados Unidos hay un nuevo tipo de fiesta que ya mueve multitudes
«No es un club de lectura. Es una fiesta de lectura». En la web que ha creado para organizar sus quedadas, Reading Rhythms no aporta demasiados detalles. Apenas explica de qué va. Ni cómo se organiza. Ni cuáles son sus pautas. Tampoco ahonda en su historia, efímera pero tan interesante como exitosa. Entre los escasos datos que aporta se incluye esa escueta tarjeta de presentación compuesta por dos frases: Reading Rhythms no es un club de lectores al uso como los hay a patadas, formado por personas que quedan para comentar la última novela de una lista precocinada. No. Es una fiesta de lectores. O mejor dicho, es una fiesta de lectura. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página para poder ayudarte. También puedes participar en el WhatsApp Ecuador.
Y aunque suene raro, casi casi a oxímoron, le va muy bien.
Nuevo tipo de fiesta que ya mueve multitudes
¿Tienes tiempo para leer? Hace ya un tiempo un grupo de amigos de Nueva York, jóvenes de veintitantos años, atareados y bombardeados de estímulos como la inmensa mayoría de la gente hoy en día, se hizo esa pregunta. Y su respuesta fue ‘no’. Leían mucho menos de lo que les gustaría. Y no todo se debía al trabajo o la atención que les robaban las pantallas de sus smartphones. No. En parte lo que les restaba horas de lectura era el tiempo que dedicaban a quedar con más gente.
Así que tuvieron una idea: ¿Y si combinan todo, libros y amigos, lectura y diversión? ¿Era posible? ¿Maridaba una actividad solitaria y reflexiva como la lectura con una celebración con colegas? El grupo decidió probar suerte. En verano de organizó una quedada en la azotea del edificio Brooklyn en el que residían dos de los amigos. Prepararon un listado con música seleccionada para la ocasión y abrieron sus puertas. Acudieron diez personas. Y funcionó. Vaya que si funcionó.
Y nació Reading Rhythms. Tan bien funcionó aquella primera prueba que sentó las bases de lo que se ha convertido en un fenómeno que ya trasciende Nueva York o incluso Estados Unidos y ha captado la atención de medios de ambos orillas del charco, incluidos Rolling Stone, New York Post, FOX5 o El País: los «Reading Rhythms». Su definición es muy sencilla. Básicamente se trata de fiestas —y sus creadores recalcan: fiestas, no clubs de lectura— en las que se replica aquella cita de en Brooklyn con algunas variaciones. Los lectores se anotan, acuden al lugar indicado con un libro, e intercalan lectura y charla con música de fondo.
Todo esto con una organización y puesta en escena que ha ido refinándose con el paso de los meses. Cuando en diciembre la crítica literaria Molly Young se presentó en una de las fiestas organizadas en un bar de Brooklyn para preparar un reportaje para The New York Times se encontró con sillones antiguos, sofás aterciopelados, velas, ponche y cerveza y música de piano en directo. En algunas ocasiones incluso acuden invitados especiales. A finales de septiembre una de esas citas fiestas contó por ejemplo con la participación de Nicholas Sparks, un novelista y guionista famoso por obras como ‘El diario de Noa’ o ‘Mensaje en una botella’.
¿Cómo funcionan? Young explica la dinámica de la fiesta a la que acudió en Brooklyn. Básicamente recibió una pegatina en la que figuraba su nombre, buscó asiento y luego vio como un anfitrión explicaba a los invitados cómo transcurriría la quedada: dispondrían de dos tramos de 30 minutos para leer separados por un descanso y seguidos de un turno de debates que tratarían sobre diferentes temas.
Se trata de una fiesta, así que lo ideal es que la gente socialice, intercambie opiniones, comentarios. Por ejemplo, después de la primera media hora de lectura lo adecuado es comentar el libro con alguien más de la fiesta, un lector distinto que probablemente esté leyendo una obra totalmente diferente. Quizás se una novela. Quizás un cómic. Quizás un manual sobre cuidado de bonsáis. No hay reglas.
Con reserva. Eso en cuanto a la dinámica. Sobre la organización, un vistazo rápido a la web y los perfiles de Reading Rhythms ayuda a comprender mejor su funcionamiento. Hay un calendario con diferentes fiestas programadas en lugares y días diferentes, aunque la mayoría se celebran los miércoles. Estas semanas por ejemplo hay varias citas previstas que giran en torno a Halloween. La web informa también del precio de la reserva, unos 20 dólares. La mayoría de fiestas se celebran en Nueva York, pero hay referencias también en Londres y Washington. Condé Nast Traveler habla incluso de eventos similares en Roma o Los Ángeles.
…Y lista de espera. Su frecuencia y el hecho de que se expandan a otras ciudades o países no son las únicas pruebas de que la fórmula de Reading Rhythms está calando. Otra igual de relevante es que al menos en ciertos casos hay listas de espera. En su reportaje para TNYT, Young explica que la noche que ella acudió a la fiesta de Brookling, con una entrada de 10 dólares, había una lista de espera de 270 personas. Quizás resulte llamativo, pero lo cierto es que no abundan mezclas como la creada por aquellos cuatro amigos de una azotea de Brooling hace un año.
Sí, hay clubs de lectura. Sí, hay fiestas en bares y pubs. Lo que no abundan son las mezclas de ambos en los que además uno pueda acudir con el libro que quiere y sepa que se va a encontrar gente dispuesta a comentar lecturas diversas.
«Resulta hermoso, ¿no?». «Fuera de la escuela y las ceremonias de carácter religioso, casi no hay entornos en los que podamos leer al unísono”, explica en el reportaje de The New Tork Times Adam, un lector que iba ya por su tercera fiesta de Reading Rhythms. «Resulta hermoso, ¿no?» Abundan los comentarios positivos sobre la experiencia. Y alguna crónica incluso comenta que los asistentes se quedan más allá de la hora a la que supuestamente finaliza el evento.
«Estamos creando pertenencia a través de la lectura», comenta a Condé Nast Traveler Ben Bradbury, uno de los fundadores y quien tiene claro a qué se debe el éxito de Reading Rhythms: «La soledad de la lectura con el componente social de la conexión». Ahora no solo organizan fiestas multitudinarias, con varios cientos de asistentes. Han colaborado con la Biblioteca Nacional, Hudson Yards y editoriales que han encontrado una forma fantástica para presentar sus últimas novedades. También se han realizado eventos al aire libre, con sillas en una plaza.
Entre críticas… y ligoteo. No todo el mundo cree que los Reading Rhythms sean en realidad tan originales. Ni tampoco todo el mundo acude exactamente con la intención de leer y compartir comentarios sobre sus novelas. Cuando hace unos meses se viralizó en TikTok un vídeo sobre una de las fiestas, hubo quien no dudó en tirar de ironía: «Los hípsters reinventaron la biblioteca, creen que es profundo».
También hay quien ha encontrado en los Reading Rhythms una oportunidad de conocer gente nueva y, quizás, con suerte, una pareja. Así lo deslizaba hace unos meses New York Post. Al fin y al cabo hay quien admite que gracias a las quedadas de lectores ha conseguido hacer amigos y quien, como el mismo Ben Bradbury, confiesa que conoció a su novia actual en uno de los eventos de lectura.