Dolor y lágrimas en el último adiós a José Fernández
Dolor y lágrimas en el último adiós a José Fernández
Dolor y lágrimas en el último adiós a José Fernández.
Video: Andre C. Fernandez
Miles de personas desfilaron el miércoles frente al féretro del lanzador cubano José Fernández en la iglesia St. Brendan, en un emotivo velorio que se prolongó hasta altas horas de la noche para rendir un último tributo a uno de los hijos predilectos de Miami.
“No sólo se le llora por ser una estrella de la pelota, sino porque también tuvo un gran interés por su patria”, dijo Jorge Gutiérrez Izaguirre, veterano de la Brigada 2506.
A la llegada del cortejo a la iglesia de St. Brendan, el público reunido lo recibió entonando espontáneamente las estrofas del himno de Cuba. Poco después, el féretro fue sacado de la carroza fúnebre y llevado al interior del templo.
El último recorrido de “Joseíto” por las calles de su ciudad adoptiva se inició en la tarde, cuando llegó al Marlins Park, escenario de sus grandes hazañas desde el montículo y donde sus compañeros de equipo, entrenadores y empleados lo recibieron compungidos.
De hecho, muchos pueden decir que han visto a Barry Bonds pegar jonrones, ¿pero cuántos que lo han visto llorar como un niño? Centenares de aficionados que acudieron al parque de La Pequeña Habana fueron testigos de sus lágrimas y las de todo un equipo desconsolado, que salió con el alma rota a decirle adiós a Fernández.
Cuando el cortejo fúnebre llegó a las afueras del estadio sobre las 2:05 de la tarde, ya lo esperaban los peloteros y un coro enorme de voces gritando “José, José”’, bajo una fina lluvia que aportó su parte de drama a la terrible escena.
“José, te queremos”, bramó un aficionado. “Jamás te olvidaremos”, comentó otro. Pero quizá la mejor de todas las exclamaciones la profirió una señora entrada en años: “José, no te preocupes que allá en el cielo no te va a ganar nadie”.
Por unos minutos, los jugadores tocaban el carro que llevaba los restos de Fernández como se toca un talismán de buena suerte, mientras el metal parecía carne de la carne del lanzador cubano, como si lo estuvieran tocando a él.
Todos estaban anegados en lágrimas, entre ellos Odrisamer Despaigne, quien había hablado recientemente sobre la posibilidad de entrenar juntos en el invierno para prepararse de cara la próxima temporada.
“El equipo nos había pedido que entrenáramos juntos y ya hacíamos planes”, apuntó el compatriota de Fernández. “Yo quería saber de sus rutinas de práctica, empaparme de aquello que lo había hecho tan exitoso. Iba a ser un invierno muy bueno para los dos”.
Sin embargo, el invierno de la muerte llegó más pronto de lo esperado, dejando a los Marlins sin su piedra angular y a Miami sin su héroe hecho en Cuba con ornamentos de Estados Unidos.
La procesión continuó hacia la Ermita de la Caridad, sitio obligado de peregrinación para los exiliados cubanos de Miami.
Fue ahí donde el padre Juan Rumín Domínguez recibió con un abrazo a Maritza Fernández, madre del pelotero, le ofreció palabras de consuelo y dirigió las oraciones oró por el alma de Fernández a las que se unieron decenas de personas presentes en el santuario.
El cortejo fue finalmente recibido en la iglesia de St. Brendan, en el corazón de Westchester, donde ya miles de personas hacían fila para darle un último adiós a su ídolo.
En el estadio, los jugadores lloraban por su amigo muerto, por el sueño roto y la esperanza partida.
¿Quién ahora detendrá los momentos duros, las rachas perdedoras, retará a los sluggers contrarios, levantará la moral con sus victorias o se dará el golpe de pecho imprescindible en la hora más difícil? Miami no cuenta con nadie del calibre de José, en las Grandes Ligas se cuentan con las manos.
Por eso, cuando el cortejo fúnebre echó a andar por la Felo Ramírez Drive rumbo a La Ermita de la Caridad, los llantos se hicieron más profundos entre aficionados y jugadores, sabedores que Fernández no subiría más a la lomita de un parque sepulcral, que el salvador había partido para siempre.
Y al perderse el último carro volvió a escucharse la voz de la anciana: “Animo José, que allá arriba nadie te va a quitar la pelota”.