Culturas políticas comparadas: Humboldt y Bolívar
Conectadas como están a una modalidad de lectura del proceso político contemporáneo, las referencias históricas configuran un cuadro de comparación entre dos momentos de la cultura política venezolana e hispanoamericana, de los conjuntos de valores que «estabilizan las formas institucionales y relaciones sociales jerárquicas en términos de constructos éticos; a través del tiempo, tales valores reflejan cambios… en las normas sociales de legitimación» (Wilson, 1992). En este contexto resulta atrayente —más aún ante la coincidencia del bicentenario de la llegada de Humboldt a Venezuela y el reencuentro de la política venezolana con las ideas políticas bolivarianas— profundizar el análisis político-cultural de los dos momentos.
En su gran obra “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente”, calificada nada menos que como Corpus Scientificum Americanum (Meyer-Abich, 1980), Humboldt no se limita a describir los fenómenos naturales del Nuevo Mundo, sino que incluye también análisis sociopolíticos. Así observa la existencia de dos culturas políticas distintas y hasta opuestas en Caracas no tan alejadas de la diferenciación que hace Chávez (1998) entre el «inestimable potencial para la conducción de nuevos procesos económicos, sociales y culturales» y «la trama de intereses imperantes» que los obstaculizan. «En Caracas existen», dice Humboldt, «como dondequiera que se prepara un gran cambio en las ideas, dos categorías de hombres». La una —menos numerosa— es conservadora, apegada a imágenes del pasado y «detesta… la ilustración del siglo, conserva con cuidado como una parte de su patrimonio sus prejuicios hereditarios». La otra, en cambio, se ocupa más del futuro que del presente y «posee una inclinación… por hábitos e ideas nuevas». Una receptividad que, traducida en acción racional basada en valores éticos y altos niveles de conocimiento, «cuando se refrena y dirige a merced de una razón fuerte e instruida, sus efectos resultan útiles para la sociedad».
Aunque perseguido y refugiado en Jamaica (1815), Bolívar esboza un cuadro igualmente optimista del potencial cívico-político americano. Cree que no es posible contestar todas las interrogantes respecto de la política americana, pues el «mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud» y reconoce que los americanos son nuevos «en casi todas las artes y ciencias», pero afirma que son viejos «en los usos de la sociedad civil». A pesar de la condición apolítica en que los mantuvo la metrópoli española, negándoles incluso el estatus de ciudadanos, «los americanos han subido de repente… sin los conocimientos previos… a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un estado organizado con regularidad». En otras palabras, de acuerdo con la definición de Wilson antes citada, los americanos, teniendo que partir de una herencia impuesta por los antiguos, fueron capaces de crear una cultura política moderna.
Afinando la tesis de Humboldt, Bolívar observa que la preeminencia de los reformadores sobre los conservadores es menos un fenómeno cuantitativo que cualitativo. Aunque los segundos son «por lo común, más numerosos, porque el imperio de las costumbres produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas», los reformadores son «más vehementes e ilustrados» equilibrando la «masa física con la fuerza moral». Pero reafirma la percepción cuantitativa de Humboldt observando que, en el caso concreto de la emancipación americana, «la masa ha seguido a la inteligencia».
Bolívar, citando a Montesquieu, manifiesta su convicción de que las constituciones deben adecuarse a los pueblos que las hacen, «referirse… a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales». No tiene sentido copiar una constitución adoptada en una realidad social distinta y, en consecuencia, comparar una constitución con otra significa comparar realidades sociales. Destaca que, al independizarse de España, Venezuela proscribió las distinciones y los privilegios y declaró los derechos del hombre. Humboldt, a su vez, observa una realidad social en las colonias españolas, una condición previa importante que facilitó semejante progreso, a saber: la igualdad entre los blancos, sean criollos o «mantuanos», y la aproximación entre «las diferentes clases de la sociedad», algo que la «civilización moderna» no ha fomentado en Europa.
La situación de ignorancia y heteronomía en que España mantuvo a los hombres en sus colonias americanas, denunciada por Bolívar tan vehemente y frecuentemente, y que no había llegado a su fin con la independencia —»Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre»— es también motivo de crítica para Humboldt. Observa la falta de instrucción elemental y la atribuye a una clara y transparente intención política de la metrópoli. «El número de las personas conocedoras de la necesidad de leer no es muy grande, aun en aquellas de las colonias españolas más avanzadas en la civilización; aunque sería injusto atribuir a los colonos lo que ha sido el resultado de una política perspicaz». Constata, además, la ausencia —hasta 1806— de una imprenta en Caracas, una ciudad que contaba ya con 45.000 habitantes, cuando «en los Estados Unidos de la América del Norte publican periódicos en pequeñas ciudades de 3.000 habitantes».
Tanto más se sorprende Humboldt de que esta política no haya surtido efecto: «Espectáculo bastante extraordinario es, dice, en los tiempos modernos, ver cómo un establecimiento de este género, que ofrece el mayor de los medios de comunicación entre los hombres, ha seguido y no precedido a una revolución política». Pero no todo es culpa del opresorespañol. Humboldt creía que podía encontrar a muchas personas que conociesen a fondo las características de la naturaleza y del paisaje en las cercanías de Caracas, pero no pudo «descubrir en Caracas un solo hombre que hubiese llegado a la cumbre de la Silla».
*Fragmento del ensayo “Humboldt y Bolívar”, incluido en “El retorno de Humboldt”, publicación realizada por la Asociación Cultural Humboldt y el Instituto Goethe en 1999, a propósito de la celebración del Bicentenario de la llegada de Humboldt a Venezuela.