Cuál es la diferencia en la alimentación entre un niño obeso y uno “saludable”, según la ciencia
Un estudio analizó a más de 1500 niños de 3 a 15 años en los EEUU y concluyó que el consumo extra de 200 calorías al día es lo que marca una diferencia en la alimentación radical. La importancia de mandar viandas saludables en la mochila escolar. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en el WhatsApp. Si usas Telegram ingresa al siguiente enlace.
Las nuevas tendencias en nutrición apuntan a no contar las calorías y a generar hábitos saludables sostenibles en el tiempo más que enfocarse en dietas restrictivas de corta duración. Sin embargo, si se deben medir las variables que inciden en el aumento de la obesidad infantil, muchas veces son los fríos números los que darán el mejor panorama de la situación.
Así, un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad del Sagrado Corazón en Fairfield, Connecticut, dio cuenta de que comer un paquete adicional de papas fritas todos los días podría ser la diferencia entre que un niño se mantenga en un peso saludable o no en una diferencia en la alimentación.
Y pese a que a priori podría parecer exagerado, los investigadores encontraron que la diferencia entre los niños que están físicamente en forma y los que no, era de sólo 200 calorías adicionales de comida chatarra por día. Esto es el equivalente a un paquete de 40 gramos de papas fritas o snack similar, un chocolate o una botella de bebida azucarada de 500 mililitros.
Los resultados del trabajo se presentaron esta semana en la conferencia Nutrition 2022 Live Online y sugieren que si bien los alimentos precocinados altamente procesados son tal vez la opción más fácil de mandar a los más chicos en la vianda o la mochila escolar, los expertos insistieron en que los padres deberían concentrarse en “preparar refrigerios y comidas saludables”. Los alimentos ultraprocesados a menudo están llenos de azúcar y grasas saturadas, lo que puede provocar obesidad, obstruir las arterias y retrasar el crecimiento.
Para el trabajo, los investigadores evaluaron las dietas de 1.500 niños de tres a 15 años, que también fueron sometidos a pruebas de ejercicio para medir su estado cardiovascular. Y tras dividir a los menores en dos grupos de edad -de tres a cinco años y de 12 a 15 años- los entrevistaron acerca de lo que habían comido en las últimas 24 horas. Para la encuesta, clasificaron los alimentos en cuatro grupos: alimentos integrales, parcialmente procesados, procesados y ultraprocesados.
Los alimentos ultraprocesados incluyeron bebidas gaseosas, papas fritas, dulces, chocolate, galletitas y alimentos congelados preparados previamente, como papas fritas, salchichas y nuggets de pollo. Mientras que los alimentos procesados incluyeron conservas de pescado, frutas en almíbar, quesos y panes recién hechos. Los alimentos parcialmente procesados incluyeron sopas y caldos.
Asimismo, los niveles de condición física de los adolescentes se midieron a través de electrodos en el pecho que evaluaban su corazón mientras corrían en una caminadora, en tanto los niños más pequeños fueron evaluados midiendo qué tan lejos y alto podían saltar y qué tan rápido corrían distancias cortas diferencia en la alimentación.
Al momento de analizar los resultados, los investigadores observaron que los adolescentes que se desempeñaron peor en las pruebas de condición física habían comido aproximadamente 226 calorías más de alimentos ultraprocesados por día que los que se habían desempeñado mejor.
Mientras tanto, los niños de tres a cinco años menos en forma comieron alrededor de 273 calorías más de comida chatarra diariamente, en promedio, según publicó el Daily Mail. Los investigadores controlaron variables como el ingreso familiar, el género y la edad que podrían haber sesgado los hallazgos.
“Los comportamientos dietéticos y de ejercicio saludables se establecen a una edad muy temprana”, consideró sobre los resultados la nutricionista de la universidad a cargo del trabajo, Jacqueline Vernarelli, quien agregó: “Nuestros hallazgos apuntan a la necesidad de educar a las familias sobre formas rentables de reducir la ingesta de alimentos ultraprocesados para ayudar a disminuir el riesgo de problemas de salud cardiovascular en la edad adulta”.
Y tras asegurar que “aunque los alimentos precocinados altamente procesados son fáciles de mandar en una mochila escolar”, la experta insistió en que “la investigación muestra la importancia de preparar refrigerios y comidas saludables”.
A la hora de analizar los posibles sesgos del trabajo, los investigadores observaron que no está claro cuántas calorías en total habían ingerido los niños que no estaban en forma, lo que puede haber sido uno de los factores más importantes que afectaron su condición física. Tampoco dijeron cuánto ejercicio hacían con regularidad. Los hallazgos se publicaron como un resumen en línea antes de la conferencia, y los resultados completos se publicarán en los próximos meses.