Conoce por qué el pasaporte biológico es una polémica deportiva
¿Cuál era el punto de seguir haciendo controles de sustancias que ya habían sido sustituidas por otras que resultaban indetectables?
Pero lo que en un principio pareció una rendición terminó siendo una emboscada.
Ya no se iba a tratar de perseguir a los «tramposos» para cazarlos antes de que desaparecieran los rastros de sustancias prohibidas en sus organismos, ni se buscaría una sustancia en particular.
El objetivo a partir de ahora sería determinar los valores naturales de la sangre de los atletas y esperar que apareciera una anomalía para sospechar.
Fue así como apareció el «pasaporte biológico», un sistema que establece las propiedades y variables en la sangre de los atletas, tras una serie de chequeos por sorpresa, y que almacena la información electrónicamente.
El ciclismo fue el primero en implementarlo en 2008 y muchos creen que fue la salvación de un deporte que durante años quedó a merced del dopaje. Incluso el estadounidense Lance Armstrong reconoció que «funcionó».
Por eso no fue sorpresa que otros deportes, como el atletismo, el fútbol y el tenis, comenzaran a utilizar el pasaporte biológico, que también se incluyó en los últimos Juegos Olímpicos en Londres 2012.
Blanco, negro y gris
El problema es que los casos de dopaje no desaparecen. Unos 20 ciclistas están cumpliendo actualmente penas y unos 36 atletas han sido castigados en las pruebas de pista y campo desde mayo de 2012.
Uno de ellos fue el ciclista del equipo británico Sky, Jonathan Tiernan-Locke, quien fue castigado al presentar anomalías en una prueba que se efectuó una semana después de ganar el Tour de Reino Unido en 2012.
Lo extraño es que ese examen, el primero al que fue sometido dentro del programa del pasaporte biológico, ofreció propiedades diferentes a las cuatro muestras que entregó durante 2013.
Estos datos, que se recogen durante un determinado período de tiempo, es lo que las autoridades consideran normal. En el caso de Tiernan-Locke la anomalía fue primera.
En base a las diferencias que presentó en dicho examen, las autoridades determinaron que el ciclista británico consumió la sustancia EPO semanas antes de la carrera o tuvo una transfusión de sangre para mejorar su rendimiento.
El problema es que Tiernan-Locke nunca dio positivo y negó rotundamente que hubiera ingerido sustancias dopantes.
En su defensa, el ciclista justificó que sus niveles fueron tomados a la mañana siguiente de una noche en la que consumió una botella de vino, ginebra y vodka junto a su novia.
El doctor Kingsley Hampton, un reconocido hematólogo, presentó pruebas ante un tribunal en el que mostró que beber mucho alcohol puede alterar considerablemente las lecturas de la sangre.
Pese a que su conclusión contradijo lo afirmado por expertos de la Unión de Ciclismo Internacional, UCI, el tribunal sentenció en contra de Tiernan-Locke, quien fue suspendido por dos años, despojado de su victoria en Reino Unido, multado con 30.000 dólares y despedido por el equipo Sky.
«Sé que gané esas carreras de manera justa, pero no dejo de estar sorprendido por lo que pasó», dijo el ciclista.
Presunción de inocencia
«Tratamos de mostrarles con mis cuentas bancarias y mis llamadas telefónicas que yo simplemente no podía haber llevado a cabo una operación del tipo que ellos estaban sugiriendo. También pedimos que volvieran a examinar mis muestras, pero nunca quisieron saber de ello», lamentó Tiernan-Locke.
Travis Tygart, la persona que compiló el caso de más de 1.000 páginas en contra de Armstrong, considera que el pasaporte biológico es un programa que todavía se está puliendo.
«Hemos sido muy claros», dijo el director ejecutivo de la agencia contra el dopaje de Estados Unidos (Usada, por sus siglas en inglés). «No es la cura de todos los males, no todavía».
«Es una herramienta fantástica cuando se utiliza correctamente. Eso significa que debes tener análisis de orina, análisis de sangre, recoger muestras y tener a expertos preparados para entender toda esa información».
«Desde un punto de vista de inteligencia es fabuloso. Desde un punto de vista de detección sólo es una herramienta más dentro de una caja», aclaró.
Esta última afirmación es la que genera el debate sobre la eficacia del pasaporte.
Mientras nadie se opone al beneficio que brinda en la lucha contra el dopaje, hay muchos que consideran que no se puede utilizar como un elemento sancionador sin que haya pruebas concretas.
El analista químico Klaas Faber, con base en Holanda, es uno de ellos.
Hace cinco años publicó un estudio en el que fue muy crítico con la manera en que interpretaban los valores de la sangre y asegura que ha empeorado.
«Los forenses (en casos criminales) utilizan un sofisticado modelo estadístico para evaluar la evidencia, pero los científicos contra el dopaje han improvisado desde el comienzo».
Faber culpa a un básico malentendido de probabilidades que considera sesga al deporte en contra de los acusados.
El caso Contador
El analista pone como ejemplo al ciclista español Alberto Contador, que dio positivo en 2010 por una cantidad mínima de clembuterol.
El corredor insistió que fue producto de una carne contaminada que consumió, pero la UCI dijo que fue producto de una transfusión.
El Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS, por sus siglas en francés) no le dio la razón a ninguno y dijo que ambos escenarios eran poco probables, pero igual lo sancionó.
El caso más reciente es el del ciclista checo Roman Kreuziger, quien no pudo participar en el Tour de Francia de este año al presentar anomalías en controles de 2011 y 2012.
Sin embargo, el Comité Olímpico Checo lo absolvió en septiembre.
En defensa
Tanto la UCI como la Agencia Mundial Antidopaje, AMA, apelaron esta decisión ante el TAS como una forma de defender la reputación del pasaporte biológico.
«El peor escenario es acusar a alguien que es inocente, tenemos que evitar eso a toda costa», reconoció Dave Brailsford, director del equipo que despidió a Tiernan-Locke.
Ese es el mayor dilema que enfrentan las autoridades deportivas, que defienden a capa y espada un programa que ha sido criticado por el alto costo que representa, unos 5 millones de dólares anuales sólo en el ciclismo.
A esto se añade que en privado son conscientes que algunos atletas ya están tratando de eludir el pasaporte biológico adoptando un sistema de «pequeñas dosis y más frecuente».
Es entendible que muchos sigan defendiendo la presunción de inocencia para evitar que alguien sea injustamente acusado y castigado.
El problema es que fue de esta manera que el ciclismo, y otros deportes, estuvieron a punto de ser consumidos por los escándalos de dopaje que el pasaporte biológico intenta eliminar.