Colette Delozanne: La parisina Enamorada

Si no hubiese tenido bronquitis en Madrid hace 60 años, Colette Delozanne no viviría aquí. La estudiante francesa de Historia del Arte e Idiomas fue con una amiga a examinarse con un médico peruano y este las invitó a un almuerzo con unos médicos venezolanos. “Honestamente, yo no quería ir. Me sentía mal, era invierno, quería irme para mi casa, pero insistieron tanto que fui y así conocí a mi esposo, Eloy Silvio Pomenta”, relata sonriente. Al cabo de un año, la chica cambió sus planes de ir a estudiar a Alemania para abordar en Galicia la última travesía de un barco alemán, rumbo a Caracas. Tenía 24 años.

“Cuando llegué aquí, me impactó mucho el sol y me gustó la gente: muy amable, abierta, más cariñosa que en Europa. Viví en Sabana Grande y era una delicia… Este país tenía una vida cultural muy rica. Tenías que organizarte bien para ver todas las exposiciones que había”.

Delozanne trabajó como traductora y profesora de idiomas, se casó con Pomenta y tuvo dos hijas. “Con el tiempo mi esposo me dijo que no tenía que trabajar más si no quería. Que hiciera lo que yo quisiera”. Así comenzó su interés en la escultura, con un talento que amigos artistas como Oswaldo Vigas y Víctor Valera reconocieron enseguida. En 1971 ganó el primer premio del I Salón Nacional de Artes del Fuego y en 1977 recibió el Premio Nacional de Escultura. Sus obras —inspiradas tanto en estructuras naturales como en lugares imaginarios— hoy figuran en la Galería de Arte Nacional, el Parque del Este y el Teatro Teresa Carreño, entre numerosos espacios públicos.

En 2015, la escultora cumplirá aquí 60 años de residencia. Enviudó en 2013. Aún crea, expone y trabaja incansablemente. Sus hijas viven en Francia y siempre le preguntan si no quieren irse a vivir allá. “Yo las extraño mucho, pero ¿qué voy a hacer en París otra vez? Yo allá ya no aguanto un invierno. Aquí tengo mi taller, mis amistades, mi casa, mis gatos. Me gustaría que se arreglara lo de los pasajes para que ellas puedan visitarme con más facilidad, pero aquí me siento bien. Yo soy de aquí y hasta la muerte me quedo aquí”.

«Me preguntaron por qué me estaba montando en un barco que se estaba desarmando. ¿Por qué más? Porque estaba loca. Estaba enamorada»