Luz María, la madrina afroesmeraldeña del pescado frito en el Barrio Garay
Casi ninguno de sus clientes, a los que llama ahijados, la identifica por sus nombres y apellidos, porque para todos es la Madrina del pescado frito.
Eso ocurre en el Barrio Garay, exactamente en las calles Diez de Agosto e Ismael Pérez Pazmiño –al lado del almacén de pinturas–. Su local no tiene letrero, pero de martes a viernes desde las 11:00 hasta las 16h30 si pasa por ahí de seguro que usted será seducido por el aroma que brota de un inmenso sartén, donde Luz María Micolta Caicedo, afroesmeraldeña de 63 años, como una maga de la gastronomía criolla fríe pescados desde hace casi tres décadas.
La Madrina recuerda que todo comenzó cuando su hermana fue cesada por una empresa y recibió dinero de liquidación. Ambas, que cocinan con gran sazón, decidieron abrir un negocio que ofreciera pescados fritos con arroz y patacones, también tortillas de verde rellenas de carne o queso.
Años atrás cuando su hermana se hizo de compromiso se retiró, pero ella decidió seguir con la ayuda de su hijo Cristian y su comadre Armenia.
“Trabajamos más con la corvina, pero como ahorita estamos con la veda –desde el gobierno de Rafael Correa también hay veda de pescado– entonces traemos la mojarra, la carita, la picuda, etc.– pero nuestro plato fuerte es la corvina”, comenta sin dejar de vigilar la sartén con aceite hirviendo donde fríe pescados que previamente ha sazonado.
Ese aroma inunda el mediodía. En su negocio un pescado cuesta desde $ 3 a $ 5, según el tamaño y las tortillas $ 0,70.
Mientras ella fríe pescados, indago: ¿Por qué tiene tantos clientes? “Son mis ahijados, aclara. Todos me dicen madrina. El éxito es la sazón y lo que se hace con cariño y amor, sale bien. Aquí las tortillas son muy buenas porque las majo a pulso, la masa es suave”, sostiene.
Cuenta que cuando abrió su negocio fue la primera en el Barrio Garay en ofrecer pescado frito, aunque en Colón y Sucre ya preparaban el caldo de bagre. “Éramos los únicos, ahorita hay bastante competencia, pero con la bendición de Dios todo se puede porque para todos da”, reitera.
Sirve un pescado acompañado por patacones y una salsa que luce deliciosa, lo comento y exclama: “¡Claro, a mi salsa yo misma la preparo, bien rica, bien sazonada! Yo misma preparo mi aliño. La gente me dice que van a otros lados y no es igual, vuelven porque prefieren mi sazón. Muchos dicen que no consiguen un pescado como el mío”, manifiesta.
Kléver Hurtado y Mario Zaruma comentan: “Siempre venimos por el buen sabor del pescadito de la Madrina”, dice uno y el otro remata: “Siempre que estamos por aquí la visitamos”.
La Madrina recuerda que cuando se inició fue un éxito en el barrio. “No padecimos por clientela porque llegó y se quedó con nosotros”, reseña.
Comenta que algunos clientes prefieren el pescado doradito, otro no tanto, pero que todos le indican cómo les gustaría servirle. La Madrina cocina con gusto y su sueño es tener un local más grande, bonito y cómodo para sus queridos ahijados.
Ese mediodía, el sol muerde a fuego al Barrio Garay. La Madrina sin dejar de freír sus pescados, manifiesta: “Gracias a Dios tenemos una clientela que nos busca. Así es ahijado”.
Así es Luz María Micolta Caicedo, la Madrina afroesmeraldeña del pescado frito de nuestro Guayaquil profundo. (I)