Y no solo se trata de una mejora en el complejo y delicado mundo de los coches eléctricos, sino que podría ser la estacada definitiva para los motores de combustión. Si esto llega a materializarse, diremos adiós muy pronto a los vehículos de gasolina y diésel.

Mejora en las baterías actuales

La noticia llega desde Corea del Sur, de la mano de informes que la avalan, demostrando que llevan trabajando en esto desde , donde un grupo de investigadores lleva años trabajando en el desarrollo de una tecnología que, aplicada a las actuales baterías de ion-litio, podría multiplicar su autonomía por diez. Actualmente, una batería de gran capacidad, como puede ser 90 kWh, ofrece en el mejor de los casos algo más de 500 kilómetros de autonomía real. Con este avance, estaríamos hablando de 5.000 kilómetros o más. Es decir, cambiaría por completo los coches eléctricos y sentenciaría definitivamente las gasolineras, al menos tal y como las conocemos hasta ahora. Por otro lado, los puntos de recarga no necesariamente deberían seguir creciendo en número.

Para lograr esta revolución tecnológica, la clave está en cambiar uno de los componentes fundamentales de las baterías, el ánodo. Hasta ahora, el grafito ha sido el material predominante, por su estabilidad y su reducido coste. Pero este material tiene un límite en su densidad energética, es decir, en la cantidad de energía que puede almacenar. Aquí es donde entra el silicio. Este elemento tiene una capacidad mucho mayor de albergar carga, lo que permite multiplicar la autonomía. El problema es que el silicio tiende a expandirse de manera descontrolada al reaccionar con el litio, comprometiendo la estructura de la batería.

El problema del grafito y la promesa del silicio

Para resolver este problema, los científicos han introducido un compuesto de polímero que estabiliza esa reacción del silicio, evitando una expansión que destruya la estructura, logrando así que su uso a largo plazo sea viable. Y no hablamos de una solución a modo de parche, sino del final de uno de los problemas más recurrentes de las baterías. Así, se podrían crear celdas más eficientes sin tener que aumentar mucho su peso y tamaño.

Sin embargo, aunque las pruebas en laboratorio son prometedoras, todavía queda camino por recorrer para que esta tecnología llegue a producción. Primero, tendrá que superar los ttípicos ensayos de fiabilidad, durabilidad y seguridad a gran escala. Y después, adaptarse a un proceso de fabricación que permita su producción masiva a un coste competitivo. Porque una batería revolucionaria que no pueda fabricarse en millones de unidades no cambiará el mercado, ya que la clave está en encontrar el equilibrio entre innovación tecnológica y viabilidad comercial.

Pese a ello, esta línea de investigación abre una nueva etapa. Hasta ahora, los esfuerzos de la industria se habían centrado principalmente en las baterías de estado sólido como gran solución para el futuro. Sin embargo, mejorar las actuales baterías de ion-litio con innovaciones como esta podría ser un camino más corto y menos costoso para alcanzar autonomías impensables hace solo unos años.

Esta noticia es clave en el mercado tecnológico porque podría cambiar por completo nuestra manera de viajar, al mismo tiempo que reduciría la necesidad de instalar más puertos de carga por todo la geografía y eliminaría de golpe el problema de la autonomía, ese impedimento que todavía hace que muchos no se decanten por los vehículos eléctricos.