Tres lecciones de Guayaquil asume Quito en su lucha contra el COVID-19, que va en alza
Son momentos y dinámicas diferentes para las dos ciudades. Según la estadística del Ministerio de Salud, contemplando solo pruebas PCR, el 22 de mayo Guayaquil cerró con 9.395 contagiados y 959 fallecidos, lo que significa alrededor de la mitad de víctimas frente al total nacional.
Los peores días se vivieron en abril, cuando dieron la vuelta al mundo las imágenes de los hospitales saturados, con filas de enfermos a la espera de atención, o de los cadáveres abandonados en sus casas y en la calle, sin que ninguna autoridad proceda al respectivo levantamiento.
La capital, mientras tanto, se recluía. Al inicio de la crisis, el Municipio de Quito dispuso radicalizar el confinamiento. El virus se siguió propagando, aunque a menor velocidad e intensidad que en el puerto. Al mismo 22 de mayo, Quito tenía 2.999 contagiados y 232 muertos por covid-19, lo que revela una relación de tres y cuatro a uno entre las dos urbes.
¿Qué lecciones le deja a Quito la tragedia que vivió Guayaquil? Este Diario consultó a varios especialistas, de distintas áreas, y pone a consideración, al menos tres lecciones:
1. Atención médica e infraestructura sanitaria.
“No se debe subestimar a esta enfermedad”, sostiene el cirujano guayaquileño Eloy Rivera, quien reconoce que, si bien en el mundo nadie estuvo preparado, fue evidente la falta de prevención, más cuando el sistema de salud ecuatoriano tiene deficiencias.
“Quito aún debe prevenir, respetar el distanciamiento social y el confinamiento, porque, en nuestro caso, la desobediencia civil empeoró la situación. Además, las morgues no estaban preparadas, hubo pánico, la clasificación de cadáveres no fue la mejor; por todas estas experiencias, Quito debe revisar los protocolos para no repetir los errores que se dieron en Guayaquil”, añade. Pero la infraestructura de salud y la disponibilidad de camas en la red de hospitales públicos está en su tope, según han reconocido las propias autoridades municipales.
Cuando se detectó el primer caso en Guayaquil, el 19 de febrero, apenas se podían prever las consecuencias que tendría el virus. En Quito, los dos primeros pacientes fueron registrados ocho días más tarde, el 27 de febrero, según los reportes del Ministerio de Salud.
2. Información oportuna, clara y útil.
Tanto Guayaquil como Quito, las dos ciudades más populosas del país, han tenido en contra no solo la falta de colaboración de los ciudadanos que no han respetado la cuarentena, sino también a la necesidad, a una gran cantidad de personas que se ven obligadas a dejar sus casas para ganarse el pan de cada día. Uno de los remedios frente a esa realidad es la información, tanto la que llega a los hogares través de los medios como las campañas que intentan los gobiernos locales y central.
Para la periodista guayaquileña Alina Manrique, del portal Ecuador Chequea, ese ha sido un punto débil. La información no ha sido oportuna, clara ni precisa. La cantidad de voceros, boletines de prensa de una entidad en contradicción con otra provocó desorientación en Guayaquil, señala.
3. Coordinación institucional y no promoción personal
Si las autoridades locales y las nacionales no coordinan y, en lugar de hacerlo, se disputan el aplauso de los potenciales electores, los resultados podrían ser fatales. Martha Roldós, comunicadora y analista, recuerda que en los peores días de la tragedia en Guayaquil las cifras contagios que manejaba el Municipio no coincidía con las del gobierno y lamenta que ninguna autoridad haya podido resolver la falta de equipamiento básico para los médicos o castigar los casos de corrupción en los hospitales.
“Esperemos que en Quito no se repita lo que pasó en Guayaquil, donde la gente tuvo que andar de un lado al otro para que, finalmente, le dijeran que no había atención. Ojalá no les prometan a los ciudadanos camas que, en realidad, no hay”, señala.
Roldós agrega que, tras lo sucedido en el puerto, una lección clara está en que los políticos deben cumplir su trabajo sin la necesidad de promocionarse personalmente. “Si realmente quieren ayudar, deben hacerlo, por ejemplo, a través de las Fuerzas Armadas. No entiendo qué hacía Juan Sebastián Roldán (jefe del gabinete) entregando fundas”. En las redes sociales también se pueden leer críticas a más políticos, incluso al propio alcalde de Quito o al vicepresidente Otto Sonnenholzner, por su contante exposición a las cámaras.
El escenario para mantener o cambiar de semáforo
Los reportes del Ministerio de Salud y la escasa información estadística del Municipio de Quito impiden un análisis técnico para la definición del color de semáforo se utilizará desde el próximo martes.
Al 19 de mayo, en Quito se había tomado 9.762 pruebas PCR. De estas, 2.667 resultaron positivas. A esa fecha se habían descartado 4.872 tests. Esto da como resultado que al menos tres de cada diez testeados en la capital tenían covid-19, un escenario que podría empeorar, pues otros 2.177, cuyos diagnósticos llevan rezagados, son registrados como sospechosos.
Las muestras representan muy poco como para tener una idea cercana al nivel real de contagio en las calles, pues las 9.762 pruebas realizadas apenas abarcan el 0.33% de una ciudad de 2,9 millones de habitantes. No obstante, el ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, dijo la semana pasada que alrededor de 22% de los habitantes de Quito ya habrían sido contagiados y que, de ellos, nueve de cada diez tendrían síntomas leves o ninguno.
Por otra parte, en materia estadística no existe un reporte consolidado entre las pruebas rápidas y PCR que realizan el Municipio y el Ministerio de Salud.
Ahora, la tendencia de los fallecidos a causa del virus preocupa a Yunda y a su equipo, así como a la comunidad médica de Quito, pues, aunque la tendencia era creciente, en la última semana la cantidad de muertes por covid-19 sube con un sistema de salud a punto de llegar a su máxima capacidad. Y ya el próximo martes, el alcalde podría declarar el paso del semáforo rojo al amarillo.