Carlos Villacís salió por una puerta chica, así fueron sus últimas horas en la presidencia de la FEF
11:00 del jueves 31 de enero. Se inicia el último congreso de la FEF al que asistirá Carlos Villacís como presidente. Da su último informe de labores y dice que este, su último año, “ha sido muy duro por diferentes razones”, pero destaca haber contratado a los técnicos de la selección mayor y de la sub-20, haber creado departamentos internos para el mejor funcionamiento administrativo y haber impulsado una Ley Antiviolencia. “Me retiro con la satisfacción de haber hecho todo mi esfuerzo”, pide recordar.
“Cuando pase el tiempo sabrán que fui un presidente amigo”, dice en medio de su informe de labores, que fue aprobado con voto de aplauso, menos de Luis Chango –dirigente de Mushuc Runa y padre de una aspirante al nuevo directorio–, quien criticó la no clasificación al último Mundial.
Pasa entre bostezos el informe económico y afuera de la sala dos dirigentes se golpean. Son Roberto Rodríguez, de Liga de Portoviejo, y Favián Aguilar, de Fuerza Amarilla, confrontados por el ascenso a la serie A por una denuncia de falsificación de roles de pago que la FEF de Villacís tardó 45 días en resolver, archivando la acusación contra los de Machala.
14:30. Termina la votación. Ya hay una lista ganadora, ya se sabe quién lo va a reemplazar. La Comisión Electoral de la Ecuafútbol registra 40 votos para el binomio de Francisco Egas y Jaime Estrada. Son más que los 28 de Selim Doumet y Karina Chango.
Inmutable ante amenaza
“Hacemos un receso para almorzar”, dice Villacís, es su último día en la Federación. Las risas y el almuerzo se interrumpen. Una amenaza de bomba (luego se supo era falsa) hace salir raudos a los dirigentes, a los veedores de la Conmebol y la FIFA, a los periodistas. Villacís no se inmuta.
Se termina el receso del congreso de la FEF al cabo de dos horas. Son las 16:30. Se constata que haya quórum. Después del almuerzo, interrumpido por la amenaza de bomba que resultó ser falsa, algunos dirigentes no están en el auditorio. Carlos Villacís pide que se nomine a dos personas para ser comisarios de cuentas (para supervisar los estados financieros presentados en la mañana). Mientras, Egas y Estrada, en el fondo del salón, dialogan con otros miembros de su lista. Deben definir los cargos dentro del nuevo directorio y de las comisiones de la Federación.
Villacís, en su última sesión como presidente, pone en consideración cambios en los campeonatos de formativas.
“Quienes estén de acuerdo en que no jueguen los dos últimos partidos de las formativas si no tienen incidencia, que levanten la mano”. No hay apoyo a su propuesta.
Chats van y vienen entre los miembros de la lista ganadora.
Villacís, en lo suyo, levanta las manos por ratos, recostado en el espaldar de su silla luego, mano derecha en la sien después. Se quita y se pone los lentes. Mira desde su sitio a todo el auditorio. Son sus últimas horas desde el puesto de presidente (asumió en 2016).
Reformas a reglamentos de los torneos de segunda categoría, del fútbol femenino y pedidos de amnistías se tratan. Se aprueban unas, se niegan otras. Se levanta la suspensión a la Asociación de Pastaza, que ya podrá participar en el congreso del año que viene.
Y, finalmente, el momento de irse de la FEF, después de 21 largos años, llega.
Son las 17:45. Sin más puntos que tratar, se pide a los flamantes miembros del directorio que pasen al frente para ser posesionados. Villacís les toma el juramento de que harán respetar los estatutos de la Ecuafútbol, esos mismos estatutos que algunos de los miembros salientes de la entidad querían cambiar días antes de esta elección y que hicieron respetar la FIFA y la Secretaría del Deporte ante la intención de vulnerarlos.
Ya se había despedido
Egas y compañía juran. Hay aplausos, risas, abrazos, felicitaciones. Villacís, quien días atrás ya se despidió del personal de la FEF, esboza una sonrisa, pide que haya unidad en la dirigencia, y se va del auditorio por una puerta pequeña.
Los últimos flashes de las cámaras lo apuntan mientras ingresa al ascensor. La puerta se cierra, se va. Villacís ya no manda más, la sucesión del chiribogato se terminó. (D)