Mario Canessa: Miguel Olvera, al maestro con cariño

Nació en Salitre, Guayas, un 14 de noviembre de 1938. De familia humilde, llegó a Guayaquil a temprana edad. Miguel Olvera, desde muy pequeño, apareció en el Guayaquil Tenis Club, como un observador anónimo, de cómo el Gordo Ycaza se divertía con sus rivales; de Pedro Pablo Gómez, de quien aprendió mucho sobre el respeto al rival. Olvera, quien siempre ha sido un buen analista, captó de Homero Cano y Olmedo Bastidas, quienes eran profesores en el GTC, la forma cómo enseñaban, el estilo y los más clásicos movimientos que exige el tenis de siempre.

Su primera raqueta la agarró a los 9 años y su primer profesor, el chileno Hernán Guzmán Gutiérrez, lo tuvo a los 16 años. El instructor insistía mucho en la movilidad que debe tener el tenista, pero sobre todo el poder mental como argumento importante para ser un triunfador en este deporte. Olvera tuvo también la suerte de ver de cerca las ejecutorias de grandes tenistas mundiales que visitaron Guayaquil por los años cuarenta, como Pancho González, el norteamericano Johny Fond y sin lugar a dudas Pancho Segura.

Por su manera de ser, Miguel se granjeó el aprecio de muchos socios, en especial de los hermanos Chérrez Gómez. Juan, quien lo estimulaba para que continúe practicando el tenis; y Carlos, quien en esa época trabajaba en EL UNIVERSO y que lo apoyó, organizando cruzadas para conseguir fondos para cubrir los gastos de pasajes y estadía cuando Miguel debía salir del país. Francisco Pérez Febres Cordero y Manuel Chicken Palacios fueron personajes que también lo apoyaron incansablemente en los medios de comunicación, donde realizaban colectas públicas de un sucre por persona. En esa tarea siempre se lucieron este Diario y la popular emisora radio Cristal, donde Palacios tenía su popular programa Cocktail Deportivo.

En esa época los jugadores que dirimían superioridades en el país eran Eduardo Zuleta, como el jugador número uno del ranking; el dos era Olvera, el tres Peñaherrera y luego Rodrigo Borja y José Pepín Ante.

En el registro de enfrentamientos en torneos nacionales dos veces se midió Olvera a Borja y las dos veces le ganó Miguel. Olvera era un jugador con mayor movilidad y, sobre todo, con mayor audacia; los demás jugadores de esa época eran muy conservadores, en especial Borja.

Olvera fue tornándose en un jugador sensacional para el espectáculo por diferentes factores, como la gran rapidez de piernas, su estilo de juego, su gran concentración, la predisposición para el triunfo. Y, en lo físico, por su contextura, aunque delgaducha muy fibrosa muscularmente, morocho por su piel, con su 1,67 metros de estatura y apenas 120 libras de peso derrotó a muchos rivales y adversidades que le planteó el tenis y la vida.

En el circuito y torneos profesionales, Olvera tiene en su archivo grandes triunfos. Ganó en el campeonato de Tristate en Cincinnati (Estados Unidos) en 1961, certamen donde participaron los diez mejores jugadores de EE.UU. de esa época. En 1960 había ganado en Birmingham, también ganó el campeonato de Fort Lauderdale en 1961. Mientras, en 1962 ganó el de LESA en Italia y llegó en ese mismo año a dos finales.

Olvera recorrió el mundo participando en torneos y entre sus triunfos que siempre recuerda está el logrado ante el campeón de EE.UU., W. Reed y sobre Butch Bucholz, en Chicago en 1960. Miguel venció a los mejores de Sudamérica como Soriano, Ganzabal, Koch, Mandarino, Pinto, Cornejo, Álvarez. Y a Guillermo Vilas, en un sudamericano en 1969, en Montevideo, que era una especie de Abierto donde podían participar los profesionales. En ese partido, Vilas y Olvera llegaron al quinto set y el argentino lo ganaba 5-1 (40-15) y Miguel terminó imponiéndose 7-5 ante la sorpresa para todo el público. Vilas, al estrecharle la mano al ecuatoriano, al término del partido, no le habló y se retiró contrariado de la cancha. Ese juego fue inolvidable para Olvera y también fue para Vilas, quien en su libro lo recuerda como el único partido que lloró en su vida después de haberlo perdido. En ese certamen en Montevideo, Miguel llegó a la final, perdiéndola. Una de las cosas más grandes que pudo haber conseguido Olvera fue ganarle nada menos que al número tres del mundo, el español Manolo Santana en un torneo realizado en Caracas en 1962.

Para Miguel Olvera Mora, la Copa Davis es un capítulo especial en su vida. Ahí tuvo una trayectoria llena de espectaculares victorias y dramáticas situaciones, con una prolongada participación como jugador y una acertada actuación como capitán.

Olvera recuerda entre sus mejores partidos de la Davis, el triunfo por 4-6, 6-4, 6-4, 6-2 ante el estadounidense Arthur Ashe, que se inició el sábado 17 de junio de 1967, a partir de las 16:00, y que fue suspendido por falta de luz natural. Debió continuarse el domingo y en un set simplemente impecable Olvera le gana al famoso Arthur Ashe 6-2 y dando así un punto vital para que Ecuador gane en forma sorprendente la serie al equipo favorito de EE.UU. También fue inolvidable el duelo ante el chileno Patricio Cornejo, en 1968, con triunfo que resolvió la serie a favor de Ecuador y que Olvera lo ganó en el quinto set. Tras ir perdiendo los dos el primer set, ganó los tres seguidos, terminando totalmente acalambrado, pero con su mente lúcida e intacta. Esa era su arma secreta. Venció ante el reconocimiento de todos los presentes, que no dejaron un solo instante de aplaudirlo.

Otro triunfo que nunca olvidaremos, fue el que logró ante Julián Ganzabal, en Buenos aires en 1967. Nada menos en la arcilla, donde era invencible y con este partido Miguel dio la sorpresa al clasificar a nuestro país. Y la histórica Copa Mitre de 1962, jugada en Guayaquil, que es considerada una de las hazañas deportivas del Ecuador. Ese era un certamen sudamericano y Olvera fue uno de los protagonistas del éxito nacional.

Hace algunos años tuve la oportunidad de conversar con Ricardo Alba, catalán radicado en Guayaquil, quien me conversó que había observado la Copa realizada en el Club de Tenis de Barcelona en 1967, donde Ecuador participó contra el equipo ibérico. Recuerda que en el encuentro realizado el último día de la serie, entre el gran Manolo Santana y Miguel Olvera, el ecuatoriano realiza una jugada magistral desde una ubicación angulada. Inesperadamente Olvera consigue lo imposible: devolvió y gana el punto, lo que provocó el aplauso intenso y de pie por parte de los 4.000 espectadores. El aplauso duró más de dos minutos, al que se sumó el propio Santana.

Entre los amigos que tuvo en el circuito profesional Miguel tenía especial afinidad con Eduardo Zuleta, con quien ha tenido una admirable relación de amistad. Se notaba un sentimiento de hermandad y solidaridad dentro y en especial fuera de las canchas con el Chivo. También forjó una relación de amistad con el venezolano Ivo Pimentel. Lo mismo con Manolo Santana y Mario Llamas, por el apoyo que ambos le brindaron al ecuatoriano cuando competía en campeonatos europeos.

La vida tenística de Miguel Olvera fue interrumpida lamentablemente, en su mejor momento, por un problema severo de salud. Por suerte el tenista superó su malestar, pero el mismo le impidió al ecuatoriano llegar a lugares más espectaculares en el tenis mundial.

Miguelito, como se lo conoce, suspirando por los pasillos del Guayaquil Tenis Club, se encontró con la fama y la hizo suya. Es un ejemplo para la juventud ecuatoriana por su humildad, pero, sobre todo, por su personalidad y la gran disciplina mostrada en el transcurso de su vida. Miguel Olvera Mora fue siempre elogiado por la prensa internacional, por autoridades deportivas, condecorado muchas veces por sus virtudes, pero su mejor logro es que gozará siempre del reconocimiento imperecedero que otorga la historia deportiva del Ecuador. (O)

Por:@mariocanessa