La calle forjó su alma… y su cuerpo

Entre los 12 y los 13 años, vivía rondando las avenidas 6 de Diciembre y Patria de Quito, dormía en el parque El Ejido y soñaba con entrar algún día en el Hilton Colón. Lo logró muchos años después.

En uno de sus lujosos salones, Andrés Borja probó por primera vez la miel de la victoria. Fue la noche del 21 de noviembre de 2010. Lo eligieron Mr. Quito. Cuando era un muchacho que deambulaba por las calles apenas probaba bocado. Ahora, con 26 años, come ocho veces al día como mínimo para mantener el vigor de su hercúleo cuerpo.

Cerca del Colón está la esquina de las avenidas Patria y 6 Diciembre. En el cruce, donde permanecen abiertos dos locales de comida rápida, él y sus amigos entretenían a los conductores con sus malabares a cambio de unas monedas.

Cuando llovía se sentía miserable. Quizás por eso también cambió de rumbo. Quería evitar un destino cruel, una sentencia de muerte como la dictada contra muchos de sus amigos y conocidos. Pero no se lamenta. Las cosas que vivió a la intemperie formaron su carácter y su cuerpo.

Pocos conocen su pasado en el gimnasio donde ahora trabaja como instructor en las mañanas. Él prefiere no contarlo porque vive en el presente y quiere que lo juzguen por sus conocimientos. “No es el típico entrenador que te saca el aire, tiene técnica, sabe de su trabajo”, sentencia Gabriela Manjarrés mientras Borja se concentra en las rutinas de sus pupilos.

Andrés conserva fotos de sus primeros años de deportista en el celular. En las gráficas se le ve más flaco y con pelo corto. De su niñez guarda una vetusta imagen en blanco y negro. Aparece con la ropa manchada, pero sonríe. Juan Carlos Salcedo, su primer entrenador, afirma que Andrés era desobediente de chico. Le costaba seguir sus directrices alimentarias. “Tenía condiciones genéticas, pero debía disciplinarse”.

El joven, en apenas tres meses, ya competía contra otros novatos. Las victorias llegaron y también las responsabilidades, cuando se convirtió en padre de un niño. Salcedo cree que ese hecho lo enrumbó, le dio madurez. Para él, Borja es uno de los hombres más nobles que ha conocido en su gimnasio. “Por aquí pasan muchas personas, pero muy pocos como él”.