Mario Canessa: El número 10 ¿Especie en extinción?

Es un hecho debidamente comprobado que el balompié está en una continua evolución, últimamente influenciada por el modernismo que posterga el pensamiento de Dante Panzeri, que sentenció que el “fútbol es la dinámica de lo impensado”. Nadie puede desconocer que las estrategias han variado el precepto sobre las tácticas. Hoy importa más la dinámica de lo tabulado y el software analítico aplicado en el campo de juego. Muy fácil lo explica Alex Ferguson –cuya vida ha transcurrido muy cerca de las transiciones tácticas– cuando compara al fútbol actual con una partida de ajedrez.

No olvidemos que el avance del tacticismo fue devorando a los extremos, identificados con los números 7 y 11, aquellos que hacían un surco paralelo a la raya de cal, que no solo abrían la cancha sino que eran parte de esa exigencia del fútbol. Los punteros eran hábiles, encaradores y dribleadores al momento de enfrentar al marcador de punta. Eran parte de esa alegría que ofrecía el fútbol, hasta que los entrenadores iniciaron la condena al individualismo y comenzaron a fabricar al jugador por los costados para que reciba más atrás y que alterne el recorrido por interiores. La prioridad del laboratorio del tacticismo los desconoció.

Y esa tendencia laboratorista fue consiguiendo más adeptos. El resultadismo les exigía ser más prácticos y comenzaron a lotizar el campo de juego y a confiscar el virtuosismo, acusado como poco solidario con el concepto del colectivismo.

Y esa partitura que tiene como objetivo quitarle la música que posee el fútbol, así como la espontaneidad o imaginación en el arte de la improvisación. Visto de esta manera los laboratoristas van por más, como lo expresa el popular César Luis Menotti: “El doble cinco es producto del miedo porque no es doble cinco, es más volante de marca y menos de juego”. Por eso creo que ahora van por el propósito más perverso que es aquel de ir sin pausa, pero con prisa, liquidando al número 10. Para eso se amparan expresando que en el fútbol de hoy debe haber más presión, más marca, menos espacio, y para llegar a eso necesitan jugadores con ese oficio que según ellos el 10 no ofrece.

A nuestro balompié no me lo imagino sin Jorge Bolaños, sin Galo Pulido, Carlos Torres Garcés, Polo Carrera, José Voltaire Villafuerte, Ricardo Armendáriz, Moacyr Pinto, Víctor Ephanor, Marcelo Trobbiani, Severino Vasconcelos, Mariano Biondi, Perico León, Damián Díaz y tantos otros que también engalanaron las tardes a puro fútbol.

Los 10 de pura cepa saben lo que es la libertad, saben que la improvisación tira abajo cualquier muralla defensiva, conocen que su genialidad es un cántico al fútbol y hace cantar a la afición. ¿Cuánto habría perdido el fútbol si estos grandes 10 no hubiesen existido Pelé, Platini, Baggio, Rivaldo, Hagi, Overath, Iniesta, Maradona, Totti, Valderrama, Zidane, Ronaldinho, Bobby Charlton, Del Piero, Rivelino, Tostao, Teófilo Cubillas, Zico, Messi, etcétera?, ¿O cuánto perderá si se extinguen?

Uno de los pretextos de los respetables detractores del 10 clásico es que los sistemas tácticos exigen dinámica, velocidad, vértigo y que la pausa característica de los volantes creativos ya no es útil para esas exigentes transiciones. El periodista argentino Matías Rodríguez explica que hoy han inventado los “neoenganches o enganches fantasmas”, aquellos que cuya influencia para el equipo es la de conducir sin una posición fija y que parezcan lo que más puedan a un mediapunta. Es que, en definitiva, el fútbol-resultado no quiere al volante 10, aunque sus detractores digan que se trata de evolución y no de extinción.

Hoy más que nunca tenemos una muestra actualizada en nuestro fútbol, me refiero a la disposición de Guillermo Almada de hacer jugar a Barcelona, devorando metros, con jugadores que por sus cualidades naturales deben ganar metros por potencia. Lo hacen sin escalas intermedias para llegar al destino final y como los resultados y tabla lo amparaban, decidió postergar al volante de enganche clásico Díaz. Y si es de eliminar al 10 creativo para dar paso al juego vertical, al menos debería ser acompañado de un neoenganche y al momento Barcelona ni siquiera ese lo tiene. Esperamos que Almada reflexione y regrese a sus creencias y no se deje llevar por esos modismos contemporáneos.

Los modernos conceptos han obligado a los DT a modificar sus entrenamientos, más por ósmosis que por sentido común. Hoy se inclinan por aquello que genere un fútbol más profundizado en los esquemas. Este proceso venía desarrollándose hace algunos años, tomando como referencia los éxitos europeos, como el Fútbol Total impuesto por la escuela holandesa comprobada en el Mundial de Alemania 1974. Esto dejó a los sudamericanos admirados al conocer las enseñanzas de Rinus Michels, con el pressing permanente, el intercambio de posiciones longitudinales y no verticales. Fue tal la sorpresa que llevó a muchos técnicos de nuestro continente, incluyendo brasileños, a europeizarse, alejándose de las raíces liberales del llamado jogo bonito.

No es que menosprecie el fútbol simétrico, que requiere aplicaciones de fórmulas, ecuaciones, cuadriculaciones espaciales para la aplicación táctica. Lo comprendo porque siendo el fútbol infinito, la época le ha exigido ser como es. Por supuesto que me quedo con un fútbol más libérrimo, sin tantas ataduras, donde la creatividad siempre responda a lo espontáneo.

Hay una razón de peso para la conversión y es que para el mercado que más paga, que es el europeo, no es necesario tener esa distinción y clase de un diez estigmatizado por ser pausado. Hoy los cazadores de talentos se fijan en los dinámicos, con aptitud para jugar en todos los puestos del medio campo.

Al margen de los avances y la modernización del fútbol, me anticipo a los hechos que puedan llegar y siendo así hago mía la frase de la periodista Lilian Garrido: “Ni un minuto de silencio para el 10”. Los escogidos por ser diez todopoderosos también tienen historias que contar, como la del Brasil de 1970, cuando el DT Joao Saldanha sostenía que Pelé tenía la vista deteriorada y no lo iba a necesitar. La presión del pueblo lo hizo renunciar y Zagallo, astuto sin querer, líos asumió la dirección técnica y entregó la responsabilidad de cómo plantearse a los mandamases.

Y es así como, estando concentrados en el hotel Das Palmeiras en Río, Pelé convoca a su habitación a Clodoaldo, Gerson, Tostao y Rivelino. Ahí decidieron que todos jugarían juntos; O Rei se pondría la número 10, así los demás también jugaran con el mismo número en sus equipos. Luego se fueron a México 1970 y brindaron un espectáculo pocas veces visto, fueron de largo los mejores, Brasil ganó la copa con “la delantera de los cinco números 10”.

Es un principio irrebatible que los sistemas que no afectan a la libertad de acción son los que hacen libre y hermoso al fútbol y los indicados para hacerlo libre y hermoso son los 10. Como dice Fernando Signorini: “Un gramo de tejido cerebral pesa más que 75 kilos de músculo”. (O)