Francia 4 – Argentina 3, el partido del Mundial

Bello, intenso, áspero, cambiante, emotivo. Le caben varios calificativos más. Pero con eso y los siete goles le da para ser, hasta ahora, el partido del Mundial. Francia puso a Argentina en el avión con un 4 a 3 inapelable. Fue superior, supo sobreponerse a un marcador adverso (1-2), a un momento de confusión futbolística y, sobre todo, al combate anímico que significa jugar contra Argentina, un equipo que aún con errores riega el campo de sangre y no se rinde fácil. Ambos hicieron honor a su historia: era la única llave que enfrentaba a dos campeones mundiales. Y actuaron como tales. Compusieron un choque espectacular.

La francesa fue una espléndida actuación grupal con un Mbappé inspirado, que lo torna a él candidato a figura del Mundial y a su selección aspirante al título. Llegaba más fresco el cuadro de La marsellesa. Aunque ambos tuvieron cuatro días de descanso, Didier Deschamps les ahorró el juego ante Dinamarca a seis titulares. Y eso se notó, influyó.

Argentina tomó el monopolio del balón desde el inicio y Francia se sintió muy cómodo, se recostó atrás y contraatacó, encontrando enormes espacios a todo lo ancho de la cancha. Pogba y Griezmann solo debían tener precisión en el pase y poner la bola al claro para los piques de Mbappé, velocísimo, picante, devastador. Ya a los 12 minutos, el jovencito de 19 años forzó un penal, que le hizo Marcos Rojo, y Griezmann lo transformó en gol (parar penales no es el fuerte de Armani, ni siquiera adivina a qué punta van). Enzo Pérez había perdido una pelota en el medio con toda Argentina adelantada y pagó un precio altísimo. Se fue Mbappé, se llevó a la rastra a los que se querían subir y, al entrar al área, Rojo lo bajó. Griezmann ya había rematado al travesaño en un tiro libre tres minutos antes. Francia se veía muy seguro en su funcionamiento y con el gol se sintió más a placer en el campo, pues Argentina se adelantó otro poco y le ofreció todavía más campo para la contra.

El gol turbó al cuadro albiceleste, pero en medio de su torbellino de confusión e ineficacia, Di María clavó un zurdazo al ángulo de Lloris y estableció el momentáneo 1-1. Golazo. Fue la única vez que Francia no achicó y se descuidó, le dio tiempo y lugar y Di María se animó a pegarle. Antes y después, el 11 argentino tomó contacto decenas de veces con la pelota, pero todas sus acciones fueron malas, perdiendo en los duelos individuales, tirando centros defectuosos, chocando, cayéndose, etcétera.

En una de sus tantas variantes de esquemas y de nombres, Jorge Sampaoli había tomado la cuestionable decisión de jugar con dos punteros y sin 9 (algo como mínimo extraño), dado que Higuaín atraviesa una fase bajísima de juego, pero dejando también afuera a Agüero, que había marcado un gran gol ante Islandia. E incluyó a Messi de falso 9. Cuando Leo vio que quedaba atrapado como jamón del sándwich por Matuidi y Kanté en el medio y Varane y Umtiti atrás, se salió y bajó muchos metros para tratar de conectar con la pelota. Pero tampoco la recibió nunca. Mbappé tuvo todo lo que le faltó a Messi: un equipo ordenado atrás, compañeros que lo buscaban, pases precisos y en cantidad, y espacios. Enormes huecos por donde poner quinta velocidad y pisar el acelerador. Y se dio un atracón.

Pese a todo, al comienzo del segundo tiempo, tras un rebote en el área, Messi remató al arco, la pelota pegó levemente en Mercado y descolocó a Lloris, lo que significó el 2-1 parcial para Argentina. Pareció que se quedaba con la llave, lucía mentalmente fuerte. Sin embargo, faltaba mucho partido y solo 9 minutos más tarde Benjamín Pavard, una de las grandes revelaciones del Mundial, pescó un rechazo al borde del área, le dio con tres dedos y le salió un golazo al ángulo: 2 a 2. Se dio a sí misma una muestra de coraje Francia y en once minutos más liquidó el pleito. Allí Mbappé hizo estragos con su velocidad y técnica. Lo habíamos descubierto un año y medio atrás en un choque del Mónaco frente al Manchester City y nos preguntamos: ¿qué es esto…? ¿De dónde salió…? Ahora ya es una realidad.

Messi puso un pase magistral a la cabeza de Agüero y este descontó: 4 a 3. Ya no quedaba tiempo… Messi, sin disponer de una sola pelota decente en toda la tarde, juntando las monedas, fabricó dos goles. No se entendió que Agüero jugara apenas 28 minutos y Argentina haya regalado esa posición tan determinante en el fútbol.

No adhiero al tono de tragedia que utilizan en la Argentina la prensa y los hinchas. Hay que desdramatizar el fútbol. Se gana y se pierde. Era un equipo que clasificó con angustia al Mundial, con angustia a octavos de final y se le terminó la épica frente a una Francia repleta de nombres rutilantes, con un trabajo de largo plazo –Didier Deschamps lleva exactos seis años al frente, con dos mundiales y una Eurocopa dirigidos–. Pese a todo, defendió con auténtico amor la camiseta, Argentina. Llegó a Rusia luego de un desastre institucional de muchos años. Primero, la nefasta autocracia grondonista, luego el calamitoso posgrondonismo, la intervención de la FIFA, los desatinos, cambios de técnicos, una improvisación total. El Maestro Tabárez cumplió diez años en Uruguay, llevando un proceso serio y calmado. Ahí está la muestra: magnífica participación en tres mundiales consecutivos, una Copa América ganada, prestigio, recambio, continuidad, paz.

Ahora se abre un periodo de críticas feroces. El periodismo y el hincha argentino le ponen la vara más alta en todos los torneos a la Selección. Está bien tener ilusión, ambición. Pero hay una exigencia desmedida. No se puede ser campeón por deseo simplemente. Ni por imposición. Esta selección llegó a una final del mundo y a dos de América. Y luchó casi con pasión ante equipos mejor estructurados. Fútbol tenía poco, y anímicamente no defraudó. Protagonizó dos de los partidos más emocionantes del Mundial. La idea era acompañar mejor a Messi, porque con un futbolista tan excepcional cabe pensar en algo mejor. Nunca se pudo, no les da. Igual hay que agradecerle a Mascherano, Otamendi, Mercado, Tagliafico, Banega, Rojo, Agüero todo lo que han entregado.

Es un fin de ciclo y a empezar de nuevo. Sin dramatismos, para luchar la próxima Eliminatoria y hacerlo mejor en Catar 2022. Nadie muere por esto. Se puede volver a casa con la frente alta. Y Messi debe seguir intentando, lo merece. (O)